lunes, 7 de junio de 2010

Sentimentalismo y Ciencia

No hay nada malo en cambiar la naturaleza, ni es divina ni es sabia, no se preocupa del bienestar humano
La cita procede de la investigadora María Blasco, según la menciona Noemí, una lectora del suplemento de prensa El Magazine. Dice Noemí que esta frase le produjo "sentimientos de indignación, desaprobación e irritación". Al final de este escrito incluyo la carta. Puede parecer que solo se trata de una opinión más, pero lo cierto es que la misiva es elegida como meritoria de un regalo del periódico (una estilográfica Mont Blanc). Lo que no sé si será preocupante porque ¿qué criterios siguen para la elección? ¿Estéticos?, ¿de contenido?.. En cualquier caso, no me cabe la menor duda de que la visión de la natura como un Jardín del Edén de Noemí es compartida por gran número de personas que o bien no han tenido formación alguna por cosas del destino (lo que las disculpa), o bien están cegadas por una verdad revelada que en nada sustancial se diferencia de la verdad mitológica.

Sentimentalismo


El sentimiento es un punto de partida para la reflexión, y en mi caso ha sido fundamental para ejercer la crítica y la autocrítica. ¿Se puede dudar de la fiabilidad del sentimiento? Guardar celosamente fidelidad a los sentimientos puede impedirnos progresar, pues solo nos conducimos por una suerte de
hedonismo que no puede más que ser subjetivo. En esta subjetividad, el verdadero científico recibe mayor satisfacción por el hecho de dar un paso en el conocimiento que por reforzar las bases de su sustrato sentimental, el cual no tiene por qué ser inmutable.

Imagínense ustedes a una mujer rubia y de ojos azules, educada en la creencia de que es la heredera de un pueblo elegido
(ahora mismo me estoy inspirando en los boers) y que no tiene más guía que un libro, la Biblia, según su interpretación más o menos calvinista, sintiendo atracción por un hombre negro de sudáfrica. El conflicto entre los sentimientos de atracción amorosa y sexual y los sentimientos que le produciría al violentar los dogmas asumidos desde la cuna podría compararse con el shock al que se enfrenta un hombre educado en el puritanismo ante la inequívoca atracción homosexual, algo que nos lleva, por ejemplo, al caso citado de Marshall Applewhite y la secta Puerta al Cielo (Heaven's Gate) del post anterior.
Es claro que el conflicto puede llevar al autoengaño más extremo en forma de delirio. En el caso de Noemí, no llegará a tanto, espero, y se queda en una especie de seísmo en el sustrato de su sentimentalidad.

Sin embargo, el significado de lo que sentimos puede ponerse en tela de juicio, es decir, un hombre o una mujer pueden enamorarse de un o una psicópata, y ello no le da valor inmutable y positivo a ese amor. De hecho, es muy negativo, salvo para el o la psicópata, que ya tiene a quién utilizar. No podremos cambiar esos sentimientos inmediatamente, pero podemos partir de que, efectivamente, nuestros sentimientos se pueden equivocar, por bonitos que sean. Es algo tan radical como elegir entre el hallazgo y la ficción.

Matar al mensajero

¿Puede hacerse una reflexión crítica desde los sentimientos? Si éstos son agradables la crítica será conducida a favor de lo que refuerza la causa de esas sensaciones. Pero si lo que se siente es negativo ("indignación..."), la crítica será conducida inmediatamente en la dirección de "matar al mensajero".

Antropocentrismo

La frase
citada de María Blasco encierra toda una visión de la naturaleza que está en la antítesis del antropocentrismo. Si con Copérnico llegamos a un cambio radical desde el geocentrismo (geo, Tierra) al heliocentrismo (helio, Sol), con Darwin llegamos de forma radical a una visión en la que el homo es un ser vivo más entre los demás, sin jerarquía esencialista o metafísica alguna. Es evidente que nuestra investigadora, María Blasco, no tiene esa visión antropocéntrica, insoportable para ese narcisismo afectivo-sentimental (egotismo) de un ser hecho a "imagen y semejanza" de un Creador. Esto la hace consciente de que la Naturaleza no es "buena", o "sabia" desde nuestro punto de vista, sino que ella sigue su propio curso, por así decir, su propio punto de vista, lo que podría considerarse una visión panteísta.

Noemí muestra una sentimentalidad que le hace ver la Naturaleza como un ser vivo con sus propias "leyes" que en su mente toman la forma de armónicas, perfectas, bondadosas, sabias. ¿Realmente el mundo es un lugar bondadoso, armónico, perfecto, sabio? ¿Es que la sabiduría de la mosca o del bacilo de Coch de la tuberculosis no van en contra de nuestra sabiduría?

El antropocentrismo es un egocentrismo

Todas estas categorías o palabras las ve desde una visión antropocéntrica en la que parece mezclarse una especie de animismo en que la tierra se encoleriza con "advertencias" en forma de tsunamis, terremotos... ¿Pero puede alguien tener una visión tan idílica del mundo como algo armónico?, ¿armónico para quién? ¿Se puede tener una ventana tan reducida de la historia del mundo como la que se puede enmarcar en la "actualidad" de la prensa, o incluso de la vida entera de una persona? Pues por lo visto sí: es la visión egocéntrica de un ser humano que es incapaz de situarse en otra perspectiva más amplia. Por un momento pensé que Noemí era uno de estos seres humanos, tan prodigados en los Estados Unidos de Norteamérica, que creen que la vida comenzó sobre la Tierra hace seis mil años (en lugar de seis mil millones). Compañeros zoológicos estos que, por supuesto, están convencidos de que el Arca de Noé es, en lo esencial, cierto, y la palabra de Dios se dictó de seguido. Probablemente su visión de la naturaleza se ajusta para mantener el equilibrio necesario entre una sentimentalidad anclada, desde su más tierna infancia, en emociones tan básicas como el miedo y la esperanza. Emociones tan extremas están en la base de lo que ha tomado la no sé si cándida o terrorífica forma de Infierno y Cielo.

Una mujer o un hombre pueden estar enamorados de un o una psicópata, y luchará racionalizando de todas las formas posibles los conflictos con que se encuentre para favorecer la continuidad de ese amor. No sea que tenga que bregar con la idea de abandonar al psicópata del que se ha enamorado.


Los sentimientos son muy necesarios, el sentimentalismo no. Ya decía Albert Einstein que es más fácil romper un átomo que un prejuicio.



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LA CARTA

Las leyes de la naturaleza no pueden cambiarse - Noemí Olmedo (Avilés)

"No hay nada malo en cambiar la naturaleza, ni es divina ni es sabia, no se preocupa del bienestar humano". Desaprobación, irritación e indignación son sentimientos que se agolpan en mí, uno tras otro, al leer las palabras con las cuales la investigadora María Blasco nos deleitaba en el reportaje publicado el 16 de mayo. Puede que ella considere que la naturaleza puede cambiarse a nuestro antojo, para beneficio propio, pero yo creo que la naturaleza no sólo es sabia sino que los tsunamis, terremotos y demás holocaustos naturales, que vienen siendo portada de periódicos e informativos, no son más que "sutiles" advertencias enviadas por ella. Advertencias a nuestros desafíos. Nadie puede cambiar el orden de las leyes que llevan reinando en el planeta, incluso antes de que el ser humano se conociera como tal. Los hombres también formamos parte de dichas leyes. ¿Quién sería capaz de cambiar "el espíritu de superación ante los retos del ser humano"? ¿Esa maravillosa e innata capacidad para destrozarlo todo? Si alguien es capaz de cambiar esas cualidades mediante la ciencia, no dudaré en abrazarla ni por un instante, pero, por el momento, la naturaleza no puede cambiarse por mucho que algunos se empeñen.

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