viernes, 26 de junio de 2009

Hace ya un rato que te has ido


Alzo la vista hacia la entrada del café y te veo entrar. Te paras y tienes esa sonrisa luminosa, espléndida, feliz, esa sonrisa tuya. ¿Estaré soñando?, me digo mientras te acercas. No puedo dejar de mirarte, ¿estás o no estás? Te sientas a mi lado, inmediatamente me coges la mano y siento que es real.

—¿Qué lees? —me preguntas mirando al libro que dejé a un lado.

En silencio, con la mirada alucinada, cojo el libro lentamente sin dejar de mirarte, como un sonámbulo. Te muestro la contracubierta. Lees la reseña de
Caballos desbocados.

—¡Hoy hablan de una película sobre él en El País!, ¡¿vamos a verla?! —te oigo decir con ese aire tuyo de niña traviesa.

Sigo sin ser capaz de mostrar otra expresión que la de estar viendo un fantasma. Nadie alrededor parece haberse percatado. Todo indica que te veo. Entonces, mi silencio es la mejor forma de hablar, siento que me quieres decir que estás aquí, de alguna manera. Estoy ahora mismo a un paso de romper a llorar, me contengo en el límite.

Me dice que no esté triste, y me pregunto si sabe lo que está ocurriendo. Como si me leyera el pensamiento me dice con su mirada que está al corriente. Quiere que sepa que sigue aquí, de alguna manera, y que lo que me había dicho era verdad, sólo que ahora estaba aún más segura. Que siente haberme dicho aquello, aquel día. Que sabe que lo comprendo, y que ella me comprendía a mi también. Se calla y me mira escrutándome los ojos con los suyos, escrutándome hasta el alma. Se acerca y me da un beso tierno y cálido en la boca, sonríe. Se entretiene y no puedo evitar las lágrimas, pero enseguida paro. Estoy en un lugar público, y sólo yo la veo, a mi manera.

—¡Vamos al cine! —me repite.

"En otro momento", me digo tibiamente, sin dar crédito a lo que oigo. Me planteo si iré solo o acompañado. Es como si le preguntara. Me lee el pensamiento, pero no me dice nada, o yo no lo percibo. Pienso en uno de los últimos días en que la vi, la parca estaría ya haciendo sus funestos cálculos. Vimos una película en su casa. Me lo pasé muy bien, me reí, y me encantó verla bien de otra manera. Recuerdo mis destellos de preocupación cuando se agachaba colocando unos cables tras el televisor, antes de reproducir el DVD en un trasto que había comprado para poder jugar con quien presuntamente le quitaría la vida de cruel manera. "Tienes que cuidarte, Isabel", pensé, mientras veía cómo se le hinchaban las venas de la sien. "No te agaches así...", continué pensando, pero no le dije nada. Quería concentrarme en ella, disfrutando viéndola así, con serenidad, ella misma, y no la chica vapuleada y maltratada
-sí, era una chica-.

Unos pocos días después, apenas una semana, aquella llamada de tu amiga debería de haber sido una simple llamada tuya, que me permitiera haber disfrutado otro poco de ti misma. Mirando el móvil, estaba comprobando varias llamadas perdidas, era extraño, y me pasó un pensamiento siniestro e indefinido. Entonces sonó de nuevo, y lo cogí apresurado, preocupado. Me dijo eso. "¡No puede ser!", pensé. "Pero tú qué me dices", dije, como si estuviera tratando de comprobar que no era un sueño, como si le recriminara a tu amiga hablar a la ligera. Seguí repitiendo esta misma frase como un mantra. "Pero tú que me dices, pero, pero tú qué me estás diciendo, pero..." Tu amiga, nerviosamente, añadió el dato del presunto... Entonces y sólo entonces me di cuenta de que no era una pesadilla. Empecé a moverme y temblar de un lado a otro. Hice una llamada rápida y, como si tuviera que exhalar el fuego me abrasara el alma, solté descontroladamente las funestas palabras a alguien a quien deberías haber conocido un día. No quisiste, te lo perdiste tú, se lo perdió ella, me lo perdí yo. Todo pérdidas.

Se desvanece tu imagen.

Quisiera no detenerme con algunos pensamientos, no siempre puedo. Te atacaron en ese estado inocente y límpido, apenas recién estrenado un nuevo fulgor vital... Tenía que someterte, apagar la estrella que cegaba sus ojos. Esa es su firma, su forma de comunicar.

Por demás, me avergüenzo de este país. Me avergüenzo de que no sea rentable actuar conforme al pensamiento, pero aún más de que por ello se cambie éste para adaptarlo a la acción. ¿Será esto socializar? Ummm. Pero no hablo ahora de esto, chiquita mía, ahora no.

Hace ya un rato que te has ido.

PD: pienso en la canción Alazán, de Athaualpa Yupanqui, que aquí dejo en una versión demasiado lánguida. Llora la pérdida de su alazán, y me parece un símbolo de tu nobleza, víctima también de la perfidia humana.

"Oscuro lazo de niebla
Te pialon junto al barranco
Cómo fue que no lo viste
Qué estrella estabas mirando"



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