sábado, 29 de mayo de 2010

Poderoso caballero

Interesante el artículo de Gustavo Martín Garzo en Las enseñanzas de Spiderman que aparece en El País de hoy.

Los paraísos fiscales, los sueldos desmesurados, los contratos blindados, lejos de provocar rechazo suscitan más bien la envidia general, pues hemos interiorizado de tal forma los valores de los poderosos que no sabemos vivir sin mirar por sus ojos y sin anhelar sus lujos. Hemos sustituido el Dios severo de las antiguas religiones, por otro mucho más peligroso: el Dinero.

Aunque me resulta inimaginable un dios más severo que Jehová.

Hace poco me topé en una cadena de televisión musical con una popular cantante en la que decía que "sólo buscaba vivir la vida, que es muy corta", bueno, decía que ese era el mensaje que quería dar. Mensaje cercano y popular, y la imagen que ofrecía tenía en un segundo plano un automóvil deportivo de color rojo, remedando el típico y tópico Ferrari. Tras una parrafada de léxico anoréxico se oía, que no escuchaba, la canción. Gran mensaje pop, identificando vivir la vida, al son de un ritmo de torturador mantra que, como dice Garzo, interioriza una visión de "vivir la vida" con piernas minifalderas, blasonadas por una pistola y un hombre sometido (mujer moderna, hombre moderno). Quizá se supone que el coche era de él, y lo elimina para quedárselo. Siempre hubo "malas", ahora, además, se llevan. Pero es por vivir la vida.

Dudo mucho de que la analogía que establece, inspirado por un email que circulaba por internet, entre una aldea de 100 habitantes y la Aldea global sea ajustada, y particularmente entreveo ese cerril e inveterado antinorteamericanismo radical, pero en lo que concierne a este post creo que nos sirve:

80 personas viven en condiciones infrahumanas... Seis personas poseerían el 59% de la riqueza de toda la aldea...
Se vale de alguna escena de la versión cinematográfica de Spiderman. Tras la etapa en la que el joven va convirtiéndose en El hombre araña, se produce otra etapa de cambio y su tío le dice:

Todos los muchachos, antes o después, tienen que transformarse en alguien, y hay que tener cuidado en quien lo hacen pues luego ya no podrán cambiar. Y añade: un gran poder conlleva una gran responsabilidad.

Gustavo plantea que antes que una crisis económica, hay una crisis moral. Comparto eso de la responsabilidad de todos, y no ese recurso fácil de endemoniar al otro, en la actualidad a los Estados Unidos de América, epítome de todos los males. Un curioso trueque en el que el envidiado es juzgado de forma sistemática y demagógica, canalizando odios y frustraciones. La prueba de ello está en que no se mide por el mismo rasero a los demás. Y no está de más el telón de fondo de lo que ocurrió con Lula y el Ayatolah, siendo como ha sido Lula hasta la fecha un valor en alza (al menos mientras haya financiación del FMI), veo algo de siniestra la juntura sonriente con un régimen sexista, integrista y otros istas, que ensalza a (su) dios, y tritura a todo humano que no siga su creencia. Y ser negacionista del genocidio nazi del siglo XX es ya llover sobre mojado. La sonrisa del líder religioso me hace pensar en sus similitudes con algunos fundamentalistas cristianos y otros líderes de géneros chicos ("sectas") que mientras administran el temor de Dios se lubrican con los fluidos entusiastas de sus seguidoras aunque, por supuesto, la culpa es de "ellos".


Pienso en esas imágenes de artistas "progres" de nuestro país, ¡posando en la foto con Sadam Husseim en pos de "la paz"!, remedando, no sé si conscientemente o no, aquella foto de mi estimada Jane Fonda que cándidamente posaba con un cañón vietnamita al lado y aún en su postrera biografía se pregunta si no habría sido utilizada por el régimen comunista... Pero chiquita mía, ¿de verdad dudas? ¡Mujer de poca fe!

jueves, 27 de mayo de 2010

Conspiren y apunten

Poblando todo tipo de escritos en prensa, radio, televisión, universidades se encuentran vocablos que a un servidor le chocan. Hace ya años que un primer vocablo que se ha propagado con gran éxito "de crítica y público" es influenciado. Sí, por ejemplo, leemos (u oímos) que

"La música de Beethoven estaba influenciada por el espíritu de su tiempo",
por ponernos elevados, parece que a casi todo el mundo le gusta la expresión. A mí, desde la posición de una persona sencilla es una frase que me choca. Parto de este sentimiento, luego pienso que debería decirse:

"La música de Beethoven estaba influida por el espíritu de su tiempo".
Es una palabra extraña, ya digo, para los que no somos eruditos. Influenciado, supongo que deberá su éxito a que "suena mejor", esto es, suena más rimbombante, más pomposo, lo que en los medios de comunicación hace que anide prometedoramente. Lo curioso es que lo moderno actualmente se enmascara hablando con pocos o ningún cultismo, lo que nos da una máscara de muy majetes, muy enrollaos, muy guays, como el gesto de arremangarse las mangas de la camisa del político en un mitin. Sin embargo, el verbo influenciar ha eliminado casi por completo la palabra castellana que todos habíamos leído, oído y usado, tan simple y llana como influir. El impulso de este post se debe a que recientemente releía al inicio de un libro de Juan Luis Arsuaga la frase "Dos citas que se recogen en el Diccionario de cine de Fernando Trueba han influido..." ¿Creerán que la subrayé? Lo hice porque es toda una rareza leer este verbo tan sencillo: simplemente influir. Es un placer leer un lenguaje preciso y natural, esto es, sin influencias (influenciaciones) gratuitas.


Lo que puebla desde hace unos cuantos años el noventa por ciento de los textos, charlas, conferencias, y ya no veo posibilidad de ir "atrás", es el verbo influenciar. Sí, yo influencio, tú influencias, él influencia... A que les suena bien, ¿verdad? Claro. También, siendo ya coherentes, podemos decir que "la influenciación de la música de Beethoven está en..." No digan ustedes que "La influencia de la música de Beethoven...", que igual aparecen como paletos. Paleto, por cierto, es una palabra que ha caído en desuso. Tal vez la decadencia de su uso revele la máscara social de nuestro tiempo. Lo moderno es hablar en lengua local. Nada importa que sea una extraña mezcolanza de castellano y nuestra lengua, porque ello se debe al secular dominio de una lengua impuesta. Lo moderno es hablar una lengua que, como todas, procede de la "imposición" del último, que en casi toda la península fue la influencia grecolatina, aunque tenemos otras fuentes, cómo no. Ya los romanos, al fin y al cabo, incorporaban extranjerismos. Influirse es lo natural, influenciarse, no.

Como no me parece bien que ustedes ("los españoles") me influencien, me dejo influenciar por todo extranjerismo de buen grado.
Claro que si esta actitud fuera, al menos, una elección...

¿De dónde viene la influencia?

Tal vez la aceptación de estos vocablos se deba a la influencia (influenciación) de tantos traductores, con una esmerada formación académica propia de "la generación mejor preparada", sea del campo que sea la formación curricular, y muy alejados del paletismo secular que sin duda disculparía a generaciones pretéritas.
O quizá el éxito se deba a que gran parte de nuestra élite, traductora o no, en los medios de comunicación, hayan leído la palabra influence (del inglés) o, tal vez, del francés. Alguien me había dicho, años ha, que en un diccionario aparecía influenciado como un "galicismo reprobable". Personalmente creo que su éxito reproductivo viene de influencia usamericana.

Teorías conspiratorias

De todas formas no se apuren: el Diccionario de la RAE ya ha aceptado la invasión del término influenciar, aunque para salvar la dignidad lo remite a influir. En lo que estoy pensando ahora es en las teorías conspiratorias: ¿se debe todo esto a una conspiración?, ¿se dedican simplemente a infiltrar tergiversadores? Lo digo porque la actitud que muestra Trapiello en El grito en el cielo, ¡con lo culto que es él!, parece ir en la línea colaboracionista, aunque para él igual es solo colaboradora. De todas formas, lo de Trapiello parece más de psicoanálisis de la impostura, o del despecho, no sé.

¿Eran los franceses mayormente colaboracionistas con los nazis, o simplemente suspendieron su proverbial chovinismo?

Obvio es que no estoy en contra de los extranjerismos per se. Chovinismo es de origen francés, y es un gran término. Recientemente leía una nota a pie de página de una traductora llamada Regina Hernández Weigand (a ver si le llega esto) de inglés a español en la que mostraba placer en vocablos curiosos "que ampliaban su vocabulario". Decía que scrumping significaba específicamente "robar manzanas, y solo manzanas". Ya quisiera yo esta actitud para con nuestra lengua. Lástima que "influenciar" recorra toda su traducción al español ("En tanto que influencia a esos cuerpos,...", etc.). Ummm.
Cursiva

Persona

Por cierto, ocultar algo es la actitud más extendida en el orbe lingüístico de la política, pero no es de extrañar, porque persona era el nombre que tenía la máscara o careta que usaban los actores de la tragedia para hablar -per sonare-. Por cierto, de género femenino. Para hombres "persono", que diría Aído. Claro que le concedemos el derecho a equivocarse, pero sostenello y no enmendalloooo... Es lo que tiene una autoestima hipertrofiada, pero tampoco se lo vamos a reprochar, habiendo sido su ascensión más rápida que la de Edurne Pasabán.

Notar, ya que va de la lengua, el gran parecido que hay entre las palabras conspirar y conjurar.

No obstante, sigan ustedes escrutando con lupa la cuestión del género en la lengua como imposición machista. Tanto detenimiento, amén de contar con "subvenciones culturales", ahora engrosadas por las subvenciones de un Ministerio de Igualdad con lo que se denominaría
"subvenciones igualitaristas", buscando coherencia lingüística. Claro que lo malo es lo que desigualan por otro lado.
Bueno, que se jodan los hombres (de ahora), que a los de antes ya no podemos.
Mientras, su titular, Bibiana Aído, sí que se ha igualado, con los de arriba, claro, y a una rapidez que pone en tela de juicio que la velocidad de la luz no se pueda superar. Aunque no sé muy bien qué fue antes, si la invención del Cargo o la del Ministerio; es que la tecnología de vanguardia se me escapa. ¿Habrá truco?


Al fondo se oye el rumor de un pelotón de soldados, marchan al son de una canción:

Conspiren conjuren.
Trepen influencien.
Dejense influenciar.
Sean enrollaos
Sean modernos
Van a fusilar a alguien, es de género femenino.

¡Descansen!, ¡ar!
Apuuuuuun... tennnn...

------------------------------------------------------------------
Hablando de influencias, dejo una noticia que va de "influenciaciones", ¡ya ven que se lo pasan en grande!:


martes, 11 de mayo de 2010

De prisiones y sexos (o la vergüenza de ser "hombre")

Podría mirarse el caso de la prisión de mujeres de Alcalá Meco por su valor ilustrativo. Por un lado, es interesante observar que la población reclusa incumple de forma flagrante el ideal de la perspectiva de género, pues lejos de la justa igualdad, produce pasmo observar el alto coste que tiene ser hombre en una cultura machista: el 90 % de la población reclusa es de sexo masculino, es decir, de cada diez reclusos, nueve son hombres.

"De cada diez presos, nueve son varones"

Pero la forma de arreglar este mundo imperfecto y convertirlo en un mundo feliz consiste en cuadrarlo por decreto, lo que tampoco debiera extrañarnos si observamos que los altos cargos se ocupan, precisamente, por este sistema. Así pues, la particular visión que estos políticos puedan tener del mundo se debe, en parte, al camino por el cual ellos ocupan un lugar privilegiado, ¿por qué habrían de dudar de su eficacia?

Si electoralmente fuera rentable,
se podría igualar a la población reclusa por ley: o bien liberando a muchos hombres, o bien encarcelando masivamente a muchas mujeres, o ambas simulatáneamente.

En la Prisión de mujeres de Alcalá Meco, los funcionarios lo eran en virtud de la Ley de Igualdad, pues antes de la aplicación de tan ingeniosa regulación, las mujeres reclusas estaban atendidas por funcionarias. No es casual, pues, que solamente tras esta salomónica reglamentación, se hayan dado semejantes machadas. Ahora bien, Mercedes Gallizo, Secretaria de Instituciones Penitenciarias, intenta dejar claro que esto no sucede por la aplicación de esa ley, puesto que es un mandamiento que una ley igualadora jamás puede estar en origen de comportamientos mendaces como los denunciados. Se puede notar que Mercedes Gallizo era según fuentes ministeriales "especialista en temas relacionados con la problemática de las mujeres", imagino que allá en el Ayuntamiento de Zaragoza. A buen lugar ha ido a recalar: un mundo con una aplastante mayoría masculina. Claro que se puede seguir de esto que su problema serán las funcionarias, no la población reclusa.

Por otra parte, este vergonzante suceso ilustra que las cárceles no se libran de la ubicua Ley del Mercado. Había reclusas que tenían algo que ofrecer, y había funcionarios seducidos por este mercadeo oportunista. En este desigual intercambio, estos ejemplares de macho parecieran querer demostrar de parte de quién está la fuerza, con ley o sin ella. El objeto de deseo, simplemente se compra, y encima le haces un favor, como buenos hombres de negosucios.

Dada la desproporcionadísima desgualdad por sexos de la población reclusa, no dejarán de observar que la dirección de Instituciones Penitenciarias está a cargo de una mujer. Es tema tabú, pero la duda no la tengo yo, la produce la imposición de cuotas: "¿no será que usted está ahí porque es mujer? Claro que es electoralmente rentable colocar a mujeres, entre otras cosas porque muchos hombres somos unos falderos, aunque no lo queramos reconocer, "tiran más dos tetas que dos carretas".¡Uitant! Además, imbuidos como estamos de una cultura machista, darle ventajas a las féminas supone una reafirmación de la hombría, y lamentarse por la desigualdad a su favor no sería varonil, y todo menos que a uno le llamen mariquita. ¿Y qué mejor para aplicar la Ley de igualdad que un lugar tan imposible de cuadrar como son las cárceles españolas?

Claro que a saber qué lindeza legal nos deparará el futuro para aceptar el hecho de que la población reclusa se conforma de una abrumadora mayoría de hombres, y de una comparativamente exigua población femenina. Mientras tanto, no olvidemos que el nicho de mercado lo conforma toda la población reclusa, y este filón de trabajo remunerado hay que repartírselo entre homes y muyeres.

Igualemos por sexos la población funcionarial de las prisiones (el resto de la población funcionarial cuenta con mayoría femenina), que es donde está ese bien tan escaso que es el trabajo remunerado, y ya veremos con los reclusos y reclusas qué facemos.


Veo una tristísima noticia relacionada con este caso. Se trata del suicidio de la ciudadana brasileña Daiane Laurindo Da Silva, de 25 años, que lo hizo en una celda de aislamiento un mes después de su ingreso en prisión en febrero de 2008. Cuentan que Daiane fue objeto del acoso de los funcionarios de turno: "Las extrajeras, jóvenes y guapas tenían que tragar".

domingo, 9 de mayo de 2010

"El grito en el cielo" según Trapiello

Sí, sí, el lenguaje está entre mis obsesiones. El origen de esta inquietud tiene que ver, seguramente, con limitaciones propias que ya recuerdo desde niño: no entendía, dudaba, consultaba..., y la palabra intercedía en la comprensión. Como todo el mundo, cometo errores, también en este blog, sin corregir aún, pero no es el error en sí mismo lo que me interesa (los ortográficos suelen ser anodinos, para mí, otros pueden ser de más calado). Es todo un tema lo que le molesta al común de los mortales que les avisen de una incorrección ortográfica. Es como si ves a un automóvil con la puerta mal cerrada y tratas de avisar a los ocupantes, encontrándote con un desplante. Precisamente porque no le doy tanta importancia (o porque no me la doy), no me molesta en absoluto que me corrijan, es decir, me avisen. En realidad lo agradezco, al fin y al cabo, podrían haber pasado de largo. Que haya mal pensados en uno u otro sitio no invalida el fondo ni la regla general. En cuanto a la vanidad, bueno, parece que con ella hemos topado.

Perspectiva de género

Desde la perspectiva de género se podría pensar que la palabra papelera es de género femenino porque una cultura machista se lo asigna a un recipiente destinado a la fútil tarea de recibir papeles desechables. Sin inspiración alguna, pronto podemos notar que basurero es de género masculino, y en un instante toda la argumentación anterior se vendría abajo. Acaso podría demostrarse que una palabra es efectivamente un reflejo de la cultura machista, pero asignar a todo el orbe lingüístico una pérfida obsesión machista en imponer una cultura que ensalza al macho y denigra a la hembra supone tomar a la parte por el todo, amén de una simplificación que nada bueno dice de sus mentoras y mentores. Pienso en aquel mecanismo de la inducción que lamentaba indignado Bertrand Russell como uno de los mecanismos mentales más "estúpidos", cuando del caso particular se obtiene la regla general, aunque no se refería al elegante y bello método de la inducción matemática, claro.

El grito en el cielo


Recientemente leí un artículo de Andrés Trapiello con este título que me dejó anonadado. En él se despachaba a gusto contra aquellos que
Desde hace lo menos doscientos años, cada quince días salen muy indignados recordándonos lo mal que se habla el español. Son los nuevos Savonarolas.
Por un momento podría ir atinado. tal vez, cuando dice que lo hacen en artículos "a menudo apelmazados y latosísimos que podría afeárseles". Con varios años de retraso, lo hace ahora el opinante semanal, pero ¿qué nos quiere decir Trapiello?

El artículo arremete contra aquella columna titulada El dardo en la palabra
que se ocupaba de esta clase de chorradas
Parece sincero Andrés cuando dice de esas columnas que
nadie le hizo notar que tan irritantes podían ser las faltas que él descubría en los demás como ese título suyo pretencioso, pedante y agresivo.
¡Pues sí que está irritado!, aunque un poco tarde. Y añade que siempre le pareció
algo fuera de lugar, como si un día, almorzando en un restaurante de carretera, nos dedicáramos a corregir a los vecinos de la mesa la manera que tienen de coger la cuchara o de masticar.
Una comparación más bien disparatada. Sin embargo, lo que me parece fuera de lugar (y de tiempo) es desastrar de modo general los artículos de Lázaro Carreter sin entrar en materia alguna más allá del tono. Juzgar el "elemento subjetivo" de Carreter en esos artículos post morten me parece un despropósito. ¿Qué esconde Trapiello tras la bilis?, ¿a quién se dirige?

De los dardos queda toda lo escrito, y a ella podría entrarle Trapiello y cualquiera, pero opta por la bilis, suponemos, porque no nos queda otra opción, que sangra por alguna herida, y lo comprendemos. Creo que el fondo de esos dardos, que por otra parte se dirigían a un público amplio, es decir, "al pueblo", está en la reflexión sobre el uso mediático de la lengua (prensa, radio y televisión, fundamentalmente). Uno se pregunta de qué le gustaría que hablase el académico, aunque tal vez lo que nos viene a decir Andrés Trapiello es que se queden en sus despachos y nos dejen a los demás en paz, y no sé si en particular a él. ¿Estará matando moscas a cañonazos?

Adolecer

Un día, ojeando un libro que recopilaba aquellos artículos de Lázaro Carreter me dio por mirar el índice, y me encontré con la palabra adolecer. Siempre se me había atragantado esta palabra, desde niño: veía su uso en un texto, miraba el diccionario, creía entenderlo. Luego lo veía en otro texto, volvía a dudar, consultaba de nuevo, y me decía "no entiendo lo que significa esta palabra". Lo dejé por imposible, y evité su uso, un poco siguiendo aquel chiste del guarda civil que anotando un atestado le entran dudas sobre la ortografía, y opta por preguntarle al superior: "Señor, badén se escribe con b o con v", el mando se queda dudando y le contesta "ummm... ponga cuneta".
-Señor, badén se escribe con be o con uve.
-Ummm... ¡ponga cuneta!
Me sucede con frecuencia que a veces no entiendo por limitaciones propias, otras porque
no entiendo lo que no se puede entender..., y esto fue lo que me hizo ver de una vez por todas el artículo de Carreter. Unas veces lo leía bien usado, ¡y es cuando lo entendía!, pero otros escribientes adolecían de un desconocimiento de la palabra, por lo que no se podía entender. Les ahorro el efecto que producía en mi autoestima revisar el diccionario y concluir que no entendía. El mal uso de esta palabra traspasa la barrera de la mera ortografía, pues da lugar a un texto ininteligible, aunque igual se trata de eso...

No sé si se habrá erradicado el error, pero sin duda el dardo de Carreter habrá contribuido a ello, para bien de todos, también los implicados. "Lo malo no es no saber..., lo malo es no querer saber". Entonces, ¿cuál es el fondo, qué es lo importante, qué lo accesorio?

Trapiello dice:
Cada quince días viene alguien a decirnos cómo hemos de llevarnos el adjetivo a los labios y qué hacer con la perífrasis. Hace cien años era el pelma de Julio Casares, ayer, Lázaro Carreter, y hoy, sus sucesores.
Y nos intenta hacer notar lo que según él tienen en común "poner el grito en el cielo con mensajes apocalípticos". En medio del artículo, continúa Andrés diciéndonos que esos autores "pretenden que se hable como antes", ¿como antes de qué?

Lenguas vivas y lenguas muertas

No creo que Carreter fuera tan beato como para pensar que el lenguaje no está sujeto a cambios e invenciones, y ya hacía notar Ortega y Gasset que el lingüista Vendryès podría haber definido una lengua muerta como aquella lengua en que no hay derecho a cometer faltas, lo que de forma invertida puede leerse como que la lengua viva vive de cometerlas.

Tras tragarte las dos primeras columnas
trapiellenses de mala leche, en la tercera y última columna Andrés nos intenta, por fin, decir algo en este sentido, aunque yéndose al extremo opuesto, y nos ofrece una especie de sentimentalismo lingüístico, según el cual "lo que se siente se puede expresar". Suponemos que se aprende a sentir a gritos, o en silencio, no sé. Al parecer la lengua no intermedia en el proceso, vaya, que la lengua es una chorrada inútil que sólo vale para, ¿para qué? Tal vez no tenga sentido alguno la enseñanza de la lengua, ni siquiera el diálogo o incluso la discusión. Parafraseando a Unamuno, podríamos decir respecto a la enseñanza de la lengua "que inviertan ellos" (que los castellanohablantes no necesitamos a nadie). Para qué la escuela. Tal vez tenga razón, y la lengua no sirva para nada, al fin y al cabo, cuando un alumno suspende, se ha impuesto el hábito de darle de hostias al profe, y el guaje que siga alimentando su ego, pobrecillo, hasta el próximo noticiero, o la próxima víctima. El chaval sólo expresa sus sentimientos como sabe.

A la mitad del texto escribe Trapiello que "le parece ridículo principalmente el tono de las amonestaciones". Es el único momento en que destaca el tono, al menos "principalmente", algo en lo que servidor podría, quizás, coincidir. Sin embargo, añade a continuación "como si alguien les hubiera encomendado esa labor de policía, todo el día patrullando entre los periódicos..." Al parecer los académicos son todos unos policías inútiles, una especie de talibanes de la lengua. Una peligrosa, grosera y falsa asimilación con la política. De hecho, afeándoles esa actitud, parece reforzar la idea de que a Trapiello le gustaría que se guardaran en sus despachos académicos en lugar de descender a la arena pública. ¿Para qué hablar?,¿hablar para qué?

Andrés tuvo con este artículo el privilegio de decir algo en un semanario de gran tirada, y sin embargo toma la superficie por el fondo del asunto, y se queda con el tono en lugar de atender a su contenido. Por otra parte, ¿no se podría comprender una cierta "agresividad dialéctica" en algunas de aquellas columnas como la vestimenta de una indignación?, ¿no podríamos preguntarnos si no será una justa indignación?, al menos podríamos tratar de entenderla. Pero lo moderno es "entender" al tarado, y juzgar severamente al pedante por oficio por el solo hecho de ser pedante. Parece que se ha impuesto como un tic de nuestro tiempo juzgar la indignación de los académicos como algo malo per se. Al parecer, no es justo indignarse. Usar la expresión "tono apocalíptico" pretende dramatizar "las maneras" para evitar entrar en el tema, asimilar la crítica al aserto panfletario, politizar la lengua evitando toda opinión argumentada. No se entiende qué ejercicio de democracia pretende hacer con esta igualación. Siendo así, no es de extrañar que para algunos el tiro en la nuca sea lo mismo que argumentar (claro, será su expresión sentimental, "lo que se siente se expresa"). La crítica que se hacía en esos dardos no es asimilable a totalitarismo alguno, más bien todo lo contrario, y la actitud savonarolítica está precisamente en el escrito de Trapiello, que no dice nada, que sólo juzga las maneras demagógicamente, aunque tampoco sé si Savonarola merece la comparación, o si solo es pedantería.

Ahora lo moderno es una suerte de anarquía lingüística, aunque luego nos vienen con los Derechos de autor, y entonces les sale la indignación, ¿es indignación?, ¿es justa?

La pecunia por el todo. Por cierto, volviendo a la perspectiva de género, pecunia es de género femenino. Uno de tantos marrones para esta corriente torquemadesca, aunque la pecunia sigue estando a su favor, no en vano demagogia es mujer, perdón, es de género femenino. ¿Es buena o es mala la demagogia?
-Depende
-¿De qué depende?...

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.