viernes, 19 de septiembre de 2008

Mujer perfecta: la última esperanza


En el momento más desesperanzado llegaste, Nina Doll, en silencio, precintada, secretamente. Un día me pregunté si disfrutarías con mi cuerpo, o si tan sólo gustabas de sentir mi deseo. Te dije que me hablaras, algo, lo que sea, pero tan solo me diste tu silencio. Me acerqué sin dejar de mirarte a los ojos, cuando te tuve cerca te dije que no parases de mirarme, y obedeciste, sumisa, hasta que mi enhiesto señaló tu sexo, acusándote con dolor por tu provocación.Te quité las bragas, desgarrándolas, como a ti te gustaba -pensé-, y entré, tratando de provocarte un placer tan intenso que suplicases "no" para decir "sí". Tu impavidez me turbó una y otra vez, aumentando aún más mi excitación. Antes o después tenías que decir "basta", una mueca, un gesto, pero nunca decías nada, a pesar de mi deseo desbocado. Probé a decirte "te quiero", y continuabas en silencio, ni un gemido, ni un pestañeo. ¿Es tu silencio el precio de la fidelidad eterna? ¿Es mejor tu amor incondicional, mudo, impávido?, ¿acaso fuera mejor una sola noche de placer mortal y la condena a la soledad eterna? ¿Por qué no pude elegir entre tú mortal y tú artificial? ¿Por qué tuviste que dejarme solo, con el lacerante clon de tu cuerpo inmortal a mi servicio y tu alma entregada a otro? ¡Con lo que yo te quise, Nina Doll! Con lo que yo...

lunes, 15 de septiembre de 2008

La última embestida de Rocinante

Tras la estructura, varias toberas expulsan los desechos del gasóleo quemado para generar la electricidad que alimenta la mole del espectáculo electroacústico-musical. Tras ellos, varios traileres reposan hasta el día en que otro ayuntamiento, en dura disputa con otras corporaciones por la parte presupuestaria del Estado, los reciba con la misma solemnidad para la populista y ruinosa celebración. Por unos días, nada importa, ni siquiera los edificios e infraestructuras consideradas Patrimonio de la Humanidad -esos mártires de la idolatrada diosa Cultura-, que sufrirán los embates de toda esa energía decibélica en un radio de kilómetros. Nadie se atreve a decir una verdad, ¿nadie? Solo, el Caballero de la Triste Figura observa atónito, por una vez mudo, lleno de estupor.



Don Quijote
yergue su figura apesadumbrado por la ominosa tarea de abatir el monstruo psicodélico. Baja su yelmo, a modo de parapeto frente al brutal rugido que pareciera brotar de los mismísimos infiernos, protegiéndose de los posibles dardos de la futura intelectualidad juvenil, tensando el ánimo, infundiendo no más que funestas esperanzas a Rocinante. Sancho le acompaña, mientras reza por su señor, a la espera de buena ventura, horrorizado ante el recuerdo del clamor "¡no a la sangre por petróleo!" que la gran familia universitaria proclamaba anteayer, el año pasado, el siglo pasado, hoy, mañana. Rocinante eriza sus crines, se agita nervudo ante el inquietante destino. Recuerda vagamente los molinos de La Mancha como minúsculos gigantes, comparados con los horrísonos y feroces monstruos megadecibélicos. Un murmullo recorre la panza, las entrañas del animal, mientras el caballero de la triste figura, en el presagio de la última embestida, apunta con su pica, presto a morir ante la bestia más feroz en la plaza más concurrida y juvenil que hubiere soñado, un estadio deportivo convertido, por mor de la fiesta y de la política, en templo electroacústico y gregario. El caballero espolea a Rocinante, que avanza al trote; al paso, una infausta, rubia y hermosa muchacha que bailaba separada de la multitud, se encuentra con la pica que le atraviesa un costado desgarrándole la piel. Fluye el vino, huyen los jóvenes más cercanos, Don Quijote continúa en su cabalgadura. Al llegar a un bafle gigantesco, embiste y se empotra todo él. Saltan chispas y la armadura se ilumina como una lámpara incandescente. Tras un minuto, se hace el silencio y se apagan los focos, Don Quijote permanece al rojo vivo, iluminando tenue con su resplandor. La multitud prorrumpe en aplausos y silbidos de emoción. En una minúscula área del terreno, compañeros de la blonda mancillada en vino, la portan en volandas pidiendo auxilio por los móviles. La multitud continúa aplaudiendo, con "bravos" de júbilo. Vuelan latas de cerveza, exaltados por el espectáculo más original que hayan visto nunca. Los músicos se miran, aturdidos. Rocinante huye despavorido, acaba de pasar ante mí, está loco, se precipita a la Ronda Sur, frenazos de automóviles rugen y suena un golpe sordo, chirrían neumáticos quemándose en su pavor, se oyen choques encadenados. Rocinante yace en el asfalto, reventado, recordando en su último estertor todas las venturas de su amo y apurando esta, su última embestida.

Al fondo queda el ronroneo de tres gigantescos generadores que incansablemente digieren sangre, petróleo, lo que sea, lo que haga falta, con tal de que la fiesta continúe.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Sensibilidad y morbo

Hace menos de una decena de años, comenté en un grupo, de composición bastante heterogénea, lo interesante que podría ser, desde mi punto de vista, que los niños conociesen el lenguaje de los sordomudos, ahora que se habla de enseñar diferentes lenguas vivas, resucitadas o muertas. Creo que sería un debate interesante. Sin embargo, me encontré, no ya con apatía o desinterés, ni siquiera con una actitud crítica, que sería enriquecedora, sino con una actitud agresiva hacia mi propuesta, en la que la logopeda, que minutos antes nos decía, en un tono maternal, que se esforzaba en hacerles ver que no tenían por qué sentirse diferentes, se convertía, inesperadamente, en una furibunda economista…

Me extrañó esta novedosa sensibilidad para con el Presupuesto, Times Are Changing. Desde luego, las posibilidades de llegar a ese conocimiento son múltiples, pero sólo proponer que se haga algo para que los niños la conozcan, ya suponía un peso insoportable para la economía; si al menos fuera en pos de la economía mental de los chiquitines, a los que habría que aligerarles las cabecitas, pero, aligerarlas ¿de qué?...

Veo ahora que un libro de George Steiner ha levantado una enorme polvareda porque se pregunta, entre otras, sobre el orgasmo de un sordomudo, sobre sus sonidos en el acto sexual…, y de súbito aparece un vivo interés en este colectivo.

¿No será que sólo nos interesa el otro por el morbo?, ¿o como cuando ese otro nos pone bombas? Bueno, esto no deja de tener morbo, también.

Coca Cola y pan con tomate

Estaba comentándole a una amiga algo que recordaba haber leído en el libro En favor de África yo acuso. Uno de esos libros que no lee nadie. Su autor, René Dumont, decía que a través de la publicidad, muchas mujeres de aquellas latitudes le atribuían a la Coca Cola virtudes que no tenían, superiores, claro está, a las de un zumo natural de cualquier fruta local, o de la misma leche, con perdón.

Así que ya desde pequeñitos, aquellos bellos negritos se iban habituando, para contrarrestar así su belleza natural, a estos productos tan saludables. Hay que empezar pronto. Mi amiga, incrédula, me decía que no lo creía, que no se creía que las mamás de aquellos países de hambruna siguiesen los designios de esa publicidad. Como quiera que veía de todo punto imposible argumentar sobre esta idea, lo dejé como un problema de incomunicación, habitual por otra parte entre nosotros, fuera de unos inolvidables destellos de lucidez amorosa.

Al despedirnos, mi amiga me dijo que iba al supermercado a comprar "leche de soja", un líquido que siempre pensé que procedía de los mamíferos. O acaso es que la soja sea eso, una mamífera, con perdón.

Imagino a mi amiga con un nene, habituándolo pronto a esas leches, con perdón otra vez, para que crezca sano, perfecto, acabado como un producto manufacturado y listo para perpetuar la cadena alimenticia que va de la fábrica al tetra brik.

Las vacas lo tienen muy crudo, no me extraña que algunas se vuelvan locas, prubinas.

Me voy a tomar una rodaja de pan con tomate y aceite de oliva, que esto se va a acabar pronto.

¡A su salud!

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