viernes, 24 de abril de 2009

Beatería psicosocial

Iba a dar cuenta del artículo que David Torres publica en El Mundo Del asesinato considerado como chapuza. No lo hice en su momento, y lo dejo aquí ahora. Aunque está relacionado con masacres especialmente "absurdas", puesto que no hay forma de encontrarle un móvil, una explicación "racional", lo cierto es que el sustrato siempre es la libertad. Podrían haberse pegado un tiro cada cual, sin terminar con nadie, pero acaso eso implicaría en sus cabezas una imaginería mucho menos atractiva o, como tanto se utiliza ahora, fascinante. Hay quien busca la inmortalidad, y tal vez para la mediocridad más cobarde, más miserable e indigna, sea ese un medio de hacerlo, una forma de "pasar a la historia".

Por demás, creo que David se explica perfectamente, ¿no?


Del asesinato considerado como chapuza

David Torres - El Mundo, viernes 13 de marzo de 2008.

Después de las masacres que tiñeron de sangre el mismo día Winnenden y Samson, los psicólogos y los aprendices de psicólogo se apresuran a sacar su manual de la señorita Pepis para firmar sus pronósticos infalibles con varios cadáveres de retraso. No fallan porque son pronósticos a tiro hecho, es decir, pintan el blanco justo donde ha dado la bala. Suelen decirnos que el tiroteo estaba cantado, que el asesino novato vivía bajo una tremenda presión, que se sentía solitario y aislado, que sólo era cuestión de tiempo el que saliera a la calle y se pusiera a pegar tiros, etcétera.

O bien, que la sociedad actual genera este tipo de comportamientos, que la violencia en los medios audiovisuales exaspera las tendencias homicidas, que la facilidad con que pueden conseguirse armas de fuego, que los videojuegos, etcétera.

Paparruchas. Hay millones de chavales jugando a reventar zombis en internet y a ninguno se le ocurre cambiar la pantalla por la realidad. Hay millones de estudiantes tímidos y solitarios que no pasan al siguiente curso y a ninguno se le ocurre descargar su frustración a través del cañón de una pistola. Hay millones de chavales que se tragan cada fin de semana varios metros de celuloide ensangrentado (hoy día, rara es la película que no saca, por lo menos, un arma de fuego) y a ninguno se le ocurre salir a la calle a hacer el Tarantino.

La triste verdad es que la inmensa mayoría de jóvenes que repiten punto por punto el perfil de McLendon en Samson y el de Kretschmer en Winnenden seguirán acumulando ira, fracasos y complejos de inferioridad toda su mediocre vida sin que un buen día se les crucen los cables y, ya puestos, decidan cruzar la raya. Por suerte o por desgracia, no hay ninguna señal previa que delate a un asesino de masas.

Dicho de otro modo, Kretschmer y McLendon no eran androides programados para matar por culpa de unos genes defectuosos, un carácter introvertido o una intolerable presión social. Eran seres humanos que podían elegir y eligieron mal. De hecho, eligieron el mal. Anthony Burgess ya escribió a fondo sobre el tema en La naranja mecánica, donde descubrimos que el mal es, precisamente, la posibilidad de elegir, el demonio en términos teológicos, la médula misma de la libertad. McLendon descargó su furia contra su propia familia y Kretschmer contra sus compañeros de clase.Dos noticias leídas una y mil veces: ambos fueron mediocres hasta en el modo escogido para que sus nombres pasaran a los turbios anales del asesinato considerado como chapuza.

miércoles, 15 de abril de 2009

El mar, el amor y el mar y el amor...

«Había querido hablar del mar, y podía haber dicho algo como esto:

"Fue el mar, más que ninguna otra cosa, quien hizo que empezara a pensar en secreto acerca del amor. Un amor, ya sabes, por el que valga la pena morir, o un amor que te consuma. El mar, para un hombre encerrado todo el tiempo en un barco de acero, es algo muy parecido a una mujer. Le son familiares sus tormentas y sus calmas, o sus caprichos, o la belleza de un seno al reflejar el sol poniente. Y más aun: estás en un barco que monta el mar y lo cabalga, y al que sin embargo el mar constantemente se resiste. Es el viejo proverbio acerca de las millas y millas de agua maravillosa donde, sin embargo, no puedes apagar tu sed. La naturaleza rodea al marino con todos estos elementos, tan parecidos a una mujer, de los que pese a todo está tan apartado como pueda estarlo un hombre del cuerpo cálido y vivo de una hembra. Y ahí es donde el problema empieza, ahí mismo, estoy seguro".
Pero alcanzó sólo a recitar un par de líneas de la canción: "Ahora mi hogar es el mar: así lo he decidido. Pero también debo dejar caer una lágrima...".
—Curioso ¿verdad? Es mi canción preferida.
—Es una canción maravillosa -dijo ella. Pero él sabía que era sólo un intento de dejar a salvo su orgullo. Aunque ella pretendía conocer bien la canción, era obvio que la acababa de oír por primera vez entonces.
Ella no puede penetrar los profundos sentimientos de una canción como ésta; ni ver a través del muro de sombras de mi naturaleza de hombre el anhelo que a veces me hace llorar. Muy bien: entonces, en lo que a mí concierne, no es sino un cuerpo más.
Le bastó una mirada para darse cuenta de cuán delicado y fragante era aquel cuerpo. »

Fuente: El marino que perdió la gracia del mar, de Yukio Mishima

Al sonido de las primeras notas de La Mer, veo que Isabel se acerca, contoneándose, sin dejar de mirarme a los ojos. Tiene una sonrisa retadora y sugerente, sensual y divertida. Me toma del brazo, se pega, me hace danzar. No tengo elección. Está feliz. Me hace feliz.




Para el curioso, aunque despistado, dejo Beyond de Sea, que es una versión jazzíztica del mismo tema en inglés (no es una traducción, más bien una adaptación cantada por George Benson.


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