domingo, 15 de noviembre de 2009

Antropología y construcción de género

Veo uno de esos folletos que fomentan la llamada Ideología de género, a modo de Catecismo postmoderno. Muy pronto entran en la construcción de género y todo esa cosa de los roles masculinos y femeninos, productivos y reproductivos. Entonces, sueltan una de esas caricias pedagógicas que iluminan nuestro conocimiento y que preceden con la fórmula ¿Sabías que...

«...la antropóloga M. Mead, comprobó que en determinadas culturas de la Polinesia, cuando se le entregaban muñecas a niñas y niños, eran estos últimos los que jugaban con ellas?»
Qué respingo de emoción me produce que citen, a modo de fundamento científico, a Margaret Mead, quien ha tenido el mérito de haber dado origen al "mito antropológico más conocido del siglo XX".

En su libro Adolescencia y cultura en Samoa (1928), Mead describía la vida en Samoa como idílica, apacible, no competitiva. Para esta antropóloga, sus habitantes carecían de rivalidades porque no se tomaban la vida demasiado en serio. Incluso llegó a sugerir que la promiscuidad protegía a las jóvenes adolescentes de Samoa de quedarse embarazadas, aunque no detallaba el procedimiento maravilloso con el que lo conseguían. Para su maestro, Franz Boas, todos estos inauditos descubrimientos eran fascinantes.

Treinta años después de la visita de Mead a Samoa, el antropólogo Lowell Holmes realizó un seguimiento en la misma isla en la que Mead había realizado su trabajo de campo. Aunque Mead consideraba que los habitantes de Samoa no albergaban sentimientos de rivalidad, ella misma no estaba libre de ellos. Cuando Holmes le escribió para comunicarle sus intenciones, recibió una respuesta fría y desalentadora:

«Me contestó diciendo que no sabía quién era yo, y que debía haber comentado con ella mi proyecto antes de emprender el viaje»
Para su sorpresa, Holmes descubrió muy pronto discrepancias con el relato de Mead.

Los habitantes de Samoa parecían en extremo competitivos, agresivos, preocupados por la posición social, intolerantes hacia las transgresiones, y puritanos con respecto al sexo. La violación —que según Mead, era desconocida en Samoa— resultó ser una práctica muy extendida...

Holmes trató de suavizar las contradicciones entre sus descubrimientos y los de la conocida antropóloga.

En 1958 publicó su libro. No les voy a aburrir sobre lo que el pobre de Holmes tuvo que sufrir ante los ataques de Mead:

«Me llevó a una esquina, me miró de arriba abajo, me llamó deshonesto y me dijo que mi trabajo no valía nada. Yo acababa de obtener mi doctorado, y para mí fue muy duro [...]. No le recomiendo a nadie que tenga a esa mujer de enemiga.»

Pero Holmes no fue el único que cuestionó las tesis antropológicas de Mead. Hacia el final de su vida había suficientes pruebas acumuladas para poner en duda su visión idílica de la sociedad de Samoa. Por supuesto, Mead desdeñó toda objeción de otros investigadores y rehusó revisar el contenido del libro más popular en ese campo.

Mead murió en 1978. Cinco años después un antropólogo, Derek Freeman, de Nueva Zelanda, publicó un libro sobre Samoa que causó revuelo en el mundo entero. Freeman había vivido en las islas de Samoa desde 1940 y hablaba el idioma samoano con fluidez. Adoptado por un jefe de la tribu y más tarde nombrado jefe, había estado presente en varios consejos de la tribu, y sabía muchos detalles acerca de la sociedad de Samoa que permanecían ocultos a los ojos de los extraños. Desde la visita de Mead, muchos habitantes había aprendido el idioma inglés. Algunos habían leído el libro de la autora y habían quedado atónitos con su contenido. Todos coincidían en que la visión de Mead era una descabellada distorsión de su sociedad, y muchos le pidieron a Freeman que rectificara esa información.

Su libro, basado en décadas de investigación, denunció los errores de Mead sin miramientos. Freeman también ofrece una explicación, proveniente de los propios samoanos, del error de Mead.

«Según parece, Mead fue engañada deliberadamente por su informantes, un grupo de adolescentes de Samoa. En Samoa el sexo es tabú, y los adolescentes nunca hablan sobre el tema. La pérdida de la virginidad antes del matrimonio es considerada como una desgracia para los adolescentes y sus familias. Las hijas de individuos de alto rango eran examinadas en una ceremonia especial para comprobar que seguían siendo vírgenes; una ceremonia que, contrariamente a lo que Mead afirmaba, era imposible evitar. Como Mead insistía en hacerlas hablar, los adolescentes inventaron historias "para burlarse de ella" . El engaño es un pasatiempo de los habitantes de Samoa, "un desahogo contra la represión de una sociedad en extremo autoritaria".»

Dice Frank J. Sulloway en su Rebeldes de nacimiento, que en posteriores investigaciones, Mead colaboró con otros investigadores, lo que la protegía de cometer el tipo de error que cometió en su primer trabajo de campo.

«El error de la joven Mead es comprensible; todos los científicos comenten errores. Sin embargo, el tipo de error que Mead cometió resulta significativo. Los errores de los primogénitos tienden a parecerse a los de sus maestros, en este caso a los de "Papa" Franz Boas. En cambio los errores de los hermanos menores son producto de una excesiva rebeldía.»


Imagen superior: recorte de un cartel anunciando una charla con el título Diversidad de familias, en Gijón, a cargo de Ana J. L., trabajadora social de un Centro de Asesoramiento e Información Sexual de Gijón).

viernes, 13 de noviembre de 2009

¿Quién se lo contó?

Cuentan que en el juicio por el crimen que costó la vida a Isabelita, y en el que hubo una sobreviviente, la madre de Isabel, que en la prensa suelen denominar como "la abuela del menor", estaba contando una de la andanzas de las que el imputado había tomado parte, con la inestimable aquiescencia y compañía de buen escudero, cuando al finalizar la segunda parte —de la primera parte era ella testigo, de la segunda otra persona—, la abogada, la misma que fue contratada para el imputado en un tiempo record, y que cual convidada no pétrea, tan a gusto ha estado trabajando desde el primer momento in situ, le preguntó a la madre de Isabel:

—¿Eso, qué se lo contó, A.?

La madre de Isabel, María, sorprendida por la pregunta, le contestó que no, que eso no se lo había contado A., sino otra persona (que detalló en el juicio).

Esto viene a cuento porque a la desesperada se ha intentado extender el bulo, entre otros, de que a la madre de Isabel le ha influido alguien de afuera. Dan con ello a entender que María no sabe, y es conducida por otros a los que, por otra parte, han tratado de mantener distantes.

Que el prejuicio haya llegado hasta profesionales de la cosa judicial, hasta el punto de que no es que no sepan, sino que no han querido saber de nadie cercano a la víctima, quedará ahora postergado, si vivo para contarlo, claro, y no es por dar ideas. Aunque ya van contando monsergas para disculparse por lo largo del proceso. Sin duda, con la fábula que se contaba, acabarían la instrucción muy pronto, pero...

El caso es que hay un hecho que no tiene vuelta: la madre de Isabel estuvo desde el primer momento sumergida en el entorno del imputado, y bien alejada de cualquier contacto exterior, en la medida de lo que han podido, que fue mucho, casi todo. Si embargo, ella sola fue la que se dijo "me tengo que ir de aquí", esto es, de allí, del domicilio del imputado. No vamos a hablar de quien por un lado parece tener muy claro el móvil del crimen, y por el otro estuvo, muy ladinamente, trayendo y llevando botes de un, digamos, Ponte Cachas Pronto, para tratar de construir, cara al juicio, una suerte de móvil químico, más interesante para la estrategia abracadabra de la abogada. Claro que para entonces ya había sido llevada en volandas a la tan esperada declaración, ¡6 días después del crimen!, bien resguardada de todos —por su bien, por supuesto— en cierto hospital. Que las huestes judiciales se hayan tomado toda esa primera declaración con tanta ingenuidad me produce no pocas dudas, y de verdad que esperaba que no lo podrían tragar tan tontamente con los condicionantes que había. ¿No se preocuparon de conocerlos? ¿Los obviaron?...

Así que me dice el A. que, aunque abrumado porque le tengan en tan alta consideración, no ha hecho nada para que María viera lo que ha estado aconteciendo realmente: todo lo han hecho "ellos".

Tanta modestia por esta parte ha sido acompañada, es cierto, por la lucidez y la intuición de la anciana madre que, afortunadamente para la dignidad de su hija y para todos los que la queríamos, no quedó tonta, aunque ellos, claro, no apreciarán esta lucidez de igual modo.

Ya se sabe que se puede hacer uso de la bondad ajena, sin comprender realmente qué clase de virtud es ésta, aunque virtud suene en nuestro tiempo, a muchos, extemporánea. María es buena persona, y eso, sin lugar a dudas, se deja entrever en esa primera declaración tan bien encarrilada, y en unas circunstancias tan bien toleradas.

Seguramente ellos nunca comprenderán del todo esa distancia en la calidad humana, que nada tiene que ver con la máscara social, ¡pardiez!, aunque les sirva de remedo.

No, si ya sé que no lo comprenden.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Angie: discreta y con clase

Angie

Veo el caso de Ángeles Molina Fernández, Angie, acusada del asesinato de Ana Páez, y no puedo lamentar más que ésta haya tenido la mala suerte de haberse creído su amiga.

Nos muestran a una chica glamurosa, que se mueve en un Porsche Carrera 911. Al parecer una chica bella -me da cosa usar esta palabra-, digamos que lo es de fuera. Una chica con muy buena imagen social, qué otra imagen si no.

Veo la capacidad de simulación, y hasta dónde se puede llegar cuando se es indiferente al sentir ajeno y se carece por completo de todo sentimiento de culpa. Me pregunto si acaso sentirá algo por el error propio, por no haber hecho algo "bien", una huella en su hiperbólica autoestima. La veo dirigiéndose a su objetivo como una triunfadora nata, con las ideas claras: a dónde va, a quién hay que eliminar para lograrlo, incluso a costa de quién se catapultará a un mundo socializado, del mundo de la good people al mundo de la high society. Una mujer moderna, trabajadora, eficiente; una mujer amante, con novio, con vida social. "Obsesionada por la línea", dicen; iluminada por las focos del éxito, digo. Tampoco: es su representación.

Al final de la noticia aparece una declaración de una chica, Silvia, hermana de un anterior novio, después marido, de Angie que murió en circunstancias extrañas. Tenía el marido, o exmarido, cómo no, un seguro de vida, aunque para él fuera, quizá, un seguro de muerte:

Desde Canarias, otra mujer, llamada Silvia Álvarez, ha declarado ante la policía. Esta persona cuenta cómo murió su hermano, Juan Antonio Álvarez, el 22 de noviembre de 1996: “Mi hermano conoció a ‘Angie’ en el 90, ella decía que era noble y tenía dinero, tierras con frutales… Se casaron; luego vimos que su padre era taxista; todo era mentira. Mi hermano me dijo que le había sacado diez mil dólares y se había ido a Madrid”. Silvia añadió que su hermano murió desnudo al lado de la cama, que en su cuerpo encontraron detergente. Y que tenía un seguro de vida: ochenta millones de pesetas.

Pero Angie es una chica con clase:

Incómoda por la situación y después de que otra presa le gritara "asesina" en la biblioteca, Molina Fernández solicitó ser trasladada de centro penitenciario..."

Eso de que una chica vulgar le gritara algo tan "incómodo" a una chica noble, debe ser de lo más duro de su estancia, pero Angie es una mujer discreta:

que ha participado en todas las actividades que le han sido posibles: manualidades, pintura, cerámica, educación física. Y colaboró como auxiliar en la escuela, donde ayudaba a sus compañeras a hacer más llevaderas las clases...
La veo trabajando en su "defensa", cómo no, en riguroso silencio. Y es que Angie es una chica discreta, una chica con clase.



Enlaces:

El crimen más seguro
Crimen Perfecto
Crimen de mujer, crónica de reportera
Disfressada per matar
Crimen Perfecto (Periódico de Aragón).


lunes, 2 de noviembre de 2009

Pedagogía Judicial: el derecho a mentir


Lo primero que aprende un presunto criminal cuando es procesado es el valor de la mentira. Es algo de cajón, pensarán. Sí, pero en el proceso a menores la cosa tiene un peso aún mayor, dado que supuestamente están aprendiendo. El “derecho a mentir” aparece pues como un arma que, en un caso extremo, le podría permitir al imputado salirse de rositas aún habiendo hecho el más execrable de los crímenes.. Pero aún estoy más sorprendido por la traducción real que tiene esa máxima del derecho a mentir. Los hechos que se consideran en la sentencia serán aquellos que, oídas todas las versiones testimoniales que derrumbaban la versión inicial del imputado, relatará éste, bien acompañado por su "defensor" –pero atacante para la víctima-. El imputado tendrá derecho, no sólo a mentir, sino a escuchar todas las declaraciones y pruebas y varios días después, para que tenga tiempo de preparar una nueva mentira, declarar la nueva versión. Ésta, aunque parezca increíble y contradiga las testimoniales, es la que se tendrá en cuenta y aparecerá como “hechos”.

A veces se habla de “justicia”. Resulta claro, para este ingenuo corazón, que justicia va ligado a verdad, sin ésta, no puede darse aquélla. Por eso las Madres de la Plaza de Mayo, en esa lucha contra el genocidio en la Dictadura argentina, proclaman que buscan “verdad y justicia”.

Sin embargo, la pedagogía que dice buscar la reinserción, lo primero que enseña es que mentir es la forma más rotunda de conseguir beneficios. Por supuesto, el entorno del imputado asume esta pedagogía como una especie de Bálsamo de Fierabrás, ellos ya saben que esto funciona así, el menor acabará de comprenderlo hasta sus últimas consecuencias.

Cómo no habría de representar el psicópata y sus variaciones una buena propuesta evolutiva de la naturaleza a un ambiente degradado, miserable y falso. Una falsedad anclada en el interés propio de una casta, y de sus prejuicios de clase.

El amor a la verdad es un grande problema: es el punto débil de las personas honradas. Honradas de corazón, qué si no.


Foto superior: una madre portando una imagen de un "desaparecido". La foto representa una verdad tan rotunda como, para algunos, molesta. No en vano, algunos genocidas dicen que su error fue dejar vivos, esto es, testigos, personas que alumbren la luz de la verdad.

domingo, 11 de octubre de 2009

Ganadores y perdedores

Veo un titular con una imagen del tenista Nadal que dice “Enhorabuena, has demostrado que cuando se lucha por algo, se consigue”. Luego los que perdieron no lucharon, se entiende.

No deja de extrañarme hasta qué punto tenemos fe en la sociedad competitiva. Sin embargo, ganador no hay más que uno, aunque depende de lo que se quiera relativizar, o de que sea un oligopolio, como los Partidos Políticos. Al final, el sentimiento de culpa siempre está rondando la existencia: da igual que seas cristiano, comunista o el más acérrimo de los individualistas, que al final siempre puedes sentirte culpable de no haber llegado a buen fin, sea este el Paraíso, el Cielo, o la Medalla de Oro en los Juegos Olímpicos.

Resulta que todo depende de uno. Nunca de dos, de tres o de cien mil. Lo que casa difícilmente con la competitividad, porque ¿se compite con uno o se compite contra los demás?

Siempre se puede mirar con "tolerancia" -optimismo, lo llaman-, y pensar que gracias a esa competitividad, uno siempre se supera a sí mismo, lo cual, en el ámbito en el que se compite, es verdad.

Una jugadora de la selección de baloncesto femenina decía en una ocasión que siempre le había gustado ganar. Le gustaba tanto, que siempre lo buscaba, aunque fuera haciendo trampas. Lo decía así, con inocencia, sin atisbos de la más mínima culpabilidad, divertida y orgullosa de su carácter de ganadora. Ganar es ganar. Así que eso de que las reglas se inventaron para saltárselas es una verdad radical. Básicamente, hacemos reglas porque somos unos comediantes, unos actores, que vamos de “nobles”, de “legales” y que, si estás socializado como Dios manda, sabrás casar con tu hacer oculto.

Lo que me extraña es que se diga expresamente. Ya hemos pasado de la situación en la que se simula –“hipocresía burguesa”, se decía-, a la situación en la que está claro que todo es mentira, y jugamos a ser solidarios y ambiciosos, ganadores y buenos perdedores.

viernes, 4 de septiembre de 2009

No es posible la venganza, sólo la justicia


"Confunde al atacado con el atacante; al torturado con el torturador; al asesinado con el asesino. Que duda cabe que la historia de Dachau nos la podría contar el miembro de las SS y el prisionero; la de Mylay, el teniente Calley y la madre arrodillada; la de la Universidad de Kent State, los miembros de la Guardia Nacional y los estudiantes muertos por la espalda. Pero sólo un cretino moral sostendría que todas estas historias son igual de verdaderas"

El materialismo cultural, Marvin Harris. Alianza Editorial
Me llama la atención la ignorancia supina en la que vivimos los ciudadanos en este país. No tenemos ni puta idea de como funciona la Justicia, razón por la cual todo el mundo se permite "opinar" sobre el uso o no de un jurado popular.

No dejan de asombrarme aquellos que están buscando con denuedo ¡juzgar a las víctimas!, su supuesta búsqueda de "venganza en lugar de justicia" basándose en una simple frase sacada de contexto. El padre de Marta del Castillo, Antonio, manifestó su agrado porque haya un jurado popular. Evidentemente, sólo es una creencia suponer que ello contribuirá a que se haga justicia o no. En todo caso, una frase que se le atribuye es que no sabe si la sentencia será o no más justa. Así de simple: ¡no sabe! Pues agarrándose a esta frase, un individuo del que no sabemos nada -¿es un psicópata, es interesado?...- manifiesta que de aquí se deduce claramente que el padre de Marta "no quiere justicia sino venganza".

No tiene este hombre y los allegados de la víctima bastante sufrimiento con lo que ciertos individuos les hacen padecer, sino que hay una clase de individuos que en aras de una aparente independencia sobrehumana -que oculta, como buena máscara, otra cosa-, lo que hacen es observar con lupa, bajo una ¡teoría de la sospecha hacia las víctimas!, -una especie de presunción de culpabilidad-, cada manifestación del entorno de éstas, y se resalta fuera de todo contexto lo que digan. Siempre bajo la sospecha de la búsqueda de venganza. Literalmente, actúan como si fueran abogados al servicio del imputado, es decir, del atacante, aunque sea acostumbrado expresarlo desde el punto de vista de estos últimos, bajo la denominación de "defensores". ¿Pero no cuentan ya con toda clase de ayuda en ese sentido? Bien claro es que hay una proyección de alguna clase de resentimiento bajo la vitola de un sentido de la justicia cuasi divino.

Es bien claro que los asesinos y adláteres utilizan con facilidad esta actitud de una supuesta máxima observancia de garantías jurídicas, incluyendo el "derecho a mentir", no penando ni a priori ni a posteriori la absoluta falta de colaboración con la justicia.

Los únicos que no desean hacer ninguna clase de justicia son los implicados en el crimen y parte de sus allegados. Los demás, con mejor o peor tino, buscan alguna clase de justicia, nunca de venganza.

Apelar a una supuesta "objetividad" de los profesionales y una supuesta "subjetividad" del jurado, que muchos describen como "populacho" -el mismo que va a votar- es una forma clara de manifestar que todo el mundo es un borrego, salvo los profesionales, claro.

Lo cierto es que sobre la mayoría de los crímenes, saben más algunos allegados que todas las autoridades juntas. De hecho, en delitos complejos, la policía sin esos allegados, bajo el nombre de "confidentes", sería ciega, idiota, como ustedes quieran calificarla.

Hay en la justicia y sus profesionales y seguidores -estudiantes, futuros profesionales...- una inmensa soberbia, un inmenso complejo de superioridad moral y material que, bien adoctrinados desde afuera, y bien condicionados desde sus propias motivaciones, les permite pasar por encima de todos los demás, que siempre serán "populacho".

La institución del jurado existe, y es legal. ¿Buena, mala? No sé, pero estar prejuiciando ya su influencia es una buena prueba de que el "juicio paralelo" es una necesidad vital que manifiestan quienes lo critican -ya están haciendo otro juicio paralelo-.

Es impresionante la cantidad de información que se pierde, o mejor dicho, se desdeña con soberbia -que suele ocultar otras motivaciones-, de personas cercanas al suceso por el mero hecho de incluirlo en el "populacho", por considerarlos, a priori, pre-juzgadores. ¿Quiénes tienen más prejuicios?

Muchos ciudadanos, imbuidos de una soberbia inmensa, y dejando aparte los que puedan tener rasgos psicopáticos u otro tipo de variación caracterológica más o menos pestilente, no hacen más que enjuiciar a las víctimas como buscadoras de "venganza". Una muestra de la confusión entre atacante y atacado. El relativismo a ultranza. Una muestra de que la presunción de inocencia sólo se utiliza para garante del atacante, nunca del atacado, que sin duda es la víctima.

En el ámbito judicial, que es el único que está en juego por razones obvias, nadie puede hacer venganza: simplemente, no es una opción. Sólo lo es para los criminales cuyos derechos tanto "preocupan". Venganza supondría hacerle al delincuente lo mismo que él ha hecho a la víctima. Hablar de "venganza" en el ámbito judicial es un insulto a las personas inteligentes, y sobre todo a las personas honradas, íntegras, decentes. Ninguno de estos asesinos recibirá, desde la ley, venganza, ninguno. Será la pena más o menos justa, o tal vez absolutamente injusta y una auténtica burla para la víctima, pero nunca será venganza, nunca se les negará lo que ellos le han negado con todo el cinismo a la víctima. Nunca se les negará lo que ellos les han negado a los allegados de la víctima, que SIEMPRE llevarán el dolor y la humillación de ser injustamente tratados. Los imputados tendrán la oportunidad de reírse. Y caso de una "victoria", será la risa más triste y diabólica que quepa imaginar. Una risa que, por otra parte, es habitual en cierta clase de individuos.

Aquí no hay un juicio paralelo, hay varias vías paralelas, algunas apuestan por una exacerbación de las garantías de los imputados. Unos individuos que podrían haber ayudado a disminuir el sufrimiento de las víctimas, pero que como es habitual no les ha importado absolutamente nada con tal de beneficiarse. Claro que en esto hay una sospechosa empatía con los criminales: se considera lógico. ¿Y la sociedad tiene que considerarlo "lógico"? No todo el mundo piensa igual, a veces, la penitencia la busca uno mismo. A esto se le llama integridad, virtud en extinción, aunque ya la palabra "virtud" resulta arcaica. Si este tipo de criminales tuvieran una sola pizca de valor, se habrían terminado toda suerte de juicios paralelos. Son ellos los que los generan, no las víctimas, ni los medios. Son los atacantes y nuestra estupidez.

Esta es una sociedad de psicópatas, por y para ellos. Maquiavélicos, egoístas, narcisistas, indiferentes al sufrimiento causado, cuando no placer. Claro que los beneficios profesionales conforman un placer compensatorio.

En lugar de esa continua cantinela de "los medios" como generadores de juicios paralelos, podría ser útil preguntarse si no será que cubren -malamente, inapropiadamente, y con oportunismo- una necesidad de justicia que no cumplen quienes habrían de hacerlo.

Decididamente, los no psicópatas somos idiotas. Cada vez lo veo más claro. Decididamente, los psicópatas son superiores a los demás. En todo.

No hay más que ver como les seguimos el juego.

viernes, 26 de junio de 2009

Hace ya un rato que te has ido


Alzo la vista hacia la entrada del café y te veo entrar. Te paras y tienes esa sonrisa luminosa, espléndida, feliz, esa sonrisa tuya. ¿Estaré soñando?, me digo mientras te acercas. No puedo dejar de mirarte, ¿estás o no estás? Te sientas a mi lado, inmediatamente me coges la mano y siento que es real.

—¿Qué lees? —me preguntas mirando al libro que dejé a un lado.

En silencio, con la mirada alucinada, cojo el libro lentamente sin dejar de mirarte, como un sonámbulo. Te muestro la contracubierta. Lees la reseña de
Caballos desbocados.

—¡Hoy hablan de una película sobre él en El País!, ¡¿vamos a verla?! —te oigo decir con ese aire tuyo de niña traviesa.

Sigo sin ser capaz de mostrar otra expresión que la de estar viendo un fantasma. Nadie alrededor parece haberse percatado. Todo indica que te veo. Entonces, mi silencio es la mejor forma de hablar, siento que me quieres decir que estás aquí, de alguna manera. Estoy ahora mismo a un paso de romper a llorar, me contengo en el límite.

Me dice que no esté triste, y me pregunto si sabe lo que está ocurriendo. Como si me leyera el pensamiento me dice con su mirada que está al corriente. Quiere que sepa que sigue aquí, de alguna manera, y que lo que me había dicho era verdad, sólo que ahora estaba aún más segura. Que siente haberme dicho aquello, aquel día. Que sabe que lo comprendo, y que ella me comprendía a mi también. Se calla y me mira escrutándome los ojos con los suyos, escrutándome hasta el alma. Se acerca y me da un beso tierno y cálido en la boca, sonríe. Se entretiene y no puedo evitar las lágrimas, pero enseguida paro. Estoy en un lugar público, y sólo yo la veo, a mi manera.

—¡Vamos al cine! —me repite.

"En otro momento", me digo tibiamente, sin dar crédito a lo que oigo. Me planteo si iré solo o acompañado. Es como si le preguntara. Me lee el pensamiento, pero no me dice nada, o yo no lo percibo. Pienso en uno de los últimos días en que la vi, la parca estaría ya haciendo sus funestos cálculos. Vimos una película en su casa. Me lo pasé muy bien, me reí, y me encantó verla bien de otra manera. Recuerdo mis destellos de preocupación cuando se agachaba colocando unos cables tras el televisor, antes de reproducir el DVD en un trasto que había comprado para poder jugar con quien presuntamente le quitaría la vida de cruel manera. "Tienes que cuidarte, Isabel", pensé, mientras veía cómo se le hinchaban las venas de la sien. "No te agaches así...", continué pensando, pero no le dije nada. Quería concentrarme en ella, disfrutando viéndola así, con serenidad, ella misma, y no la chica vapuleada y maltratada
-sí, era una chica-.

Unos pocos días después, apenas una semana, aquella llamada de tu amiga debería de haber sido una simple llamada tuya, que me permitiera haber disfrutado otro poco de ti misma. Mirando el móvil, estaba comprobando varias llamadas perdidas, era extraño, y me pasó un pensamiento siniestro e indefinido. Entonces sonó de nuevo, y lo cogí apresurado, preocupado. Me dijo eso. "¡No puede ser!", pensé. "Pero tú qué me dices", dije, como si estuviera tratando de comprobar que no era un sueño, como si le recriminara a tu amiga hablar a la ligera. Seguí repitiendo esta misma frase como un mantra. "Pero tú que me dices, pero, pero tú qué me estás diciendo, pero..." Tu amiga, nerviosamente, añadió el dato del presunto... Entonces y sólo entonces me di cuenta de que no era una pesadilla. Empecé a moverme y temblar de un lado a otro. Hice una llamada rápida y, como si tuviera que exhalar el fuego me abrasara el alma, solté descontroladamente las funestas palabras a alguien a quien deberías haber conocido un día. No quisiste, te lo perdiste tú, se lo perdió ella, me lo perdí yo. Todo pérdidas.

Se desvanece tu imagen.

Quisiera no detenerme con algunos pensamientos, no siempre puedo. Te atacaron en ese estado inocente y límpido, apenas recién estrenado un nuevo fulgor vital... Tenía que someterte, apagar la estrella que cegaba sus ojos. Esa es su firma, su forma de comunicar.

Por demás, me avergüenzo de este país. Me avergüenzo de que no sea rentable actuar conforme al pensamiento, pero aún más de que por ello se cambie éste para adaptarlo a la acción. ¿Será esto socializar? Ummm. Pero no hablo ahora de esto, chiquita mía, ahora no.

Hace ya un rato que te has ido.

PD: pienso en la canción Alazán, de Athaualpa Yupanqui, que aquí dejo en una versión demasiado lánguida. Llora la pérdida de su alazán, y me parece un símbolo de tu nobleza, víctima también de la perfidia humana.

"Oscuro lazo de niebla
Te pialon junto al barranco
Cómo fue que no lo viste
Qué estrella estabas mirando"



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