lunes, 2 de noviembre de 2009

Pedagogía Judicial: el derecho a mentir


Lo primero que aprende un presunto criminal cuando es procesado es el valor de la mentira. Es algo de cajón, pensarán. Sí, pero en el proceso a menores la cosa tiene un peso aún mayor, dado que supuestamente están aprendiendo. El “derecho a mentir” aparece pues como un arma que, en un caso extremo, le podría permitir al imputado salirse de rositas aún habiendo hecho el más execrable de los crímenes.. Pero aún estoy más sorprendido por la traducción real que tiene esa máxima del derecho a mentir. Los hechos que se consideran en la sentencia serán aquellos que, oídas todas las versiones testimoniales que derrumbaban la versión inicial del imputado, relatará éste, bien acompañado por su "defensor" –pero atacante para la víctima-. El imputado tendrá derecho, no sólo a mentir, sino a escuchar todas las declaraciones y pruebas y varios días después, para que tenga tiempo de preparar una nueva mentira, declarar la nueva versión. Ésta, aunque parezca increíble y contradiga las testimoniales, es la que se tendrá en cuenta y aparecerá como “hechos”.

A veces se habla de “justicia”. Resulta claro, para este ingenuo corazón, que justicia va ligado a verdad, sin ésta, no puede darse aquélla. Por eso las Madres de la Plaza de Mayo, en esa lucha contra el genocidio en la Dictadura argentina, proclaman que buscan “verdad y justicia”.

Sin embargo, la pedagogía que dice buscar la reinserción, lo primero que enseña es que mentir es la forma más rotunda de conseguir beneficios. Por supuesto, el entorno del imputado asume esta pedagogía como una especie de Bálsamo de Fierabrás, ellos ya saben que esto funciona así, el menor acabará de comprenderlo hasta sus últimas consecuencias.

Cómo no habría de representar el psicópata y sus variaciones una buena propuesta evolutiva de la naturaleza a un ambiente degradado, miserable y falso. Una falsedad anclada en el interés propio de una casta, y de sus prejuicios de clase.

El amor a la verdad es un grande problema: es el punto débil de las personas honradas. Honradas de corazón, qué si no.


Foto superior: una madre portando una imagen de un "desaparecido". La foto representa una verdad tan rotunda como, para algunos, molesta. No en vano, algunos genocidas dicen que su error fue dejar vivos, esto es, testigos, personas que alumbren la luz de la verdad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Las víctimas secundarias de esa pedagogía son, a la postre, los menores a los que supuestamente se quiere "proteger". Independientemente de las buenas intenciones doctrinarias, la realización práctica, es decir, la mecánica judicial, se traduce en ese uso de la "protección del menor", para proteger, en realidad, posibles responsabilidades de adultos.
Claro que esa cadena de la mentira como recurso legítimo esta incrustada en los adultos... Es un círculo vicioso... Los adultos, en el fondo, son los que hacen y deshacen, y en los adultos se da una batalla entre la búsqueda de la verdad y su ocultación.
Los menores terminan siendo los del medio.
Lo malo es que, además, dejarán de ser menores...

Sensaciones dijo...

Tal vez podría decirse que el comportamiento psicopático es una buena respuesta adaptativa a un entorno degradado (tóxico, diría Piñuel). Así, distingo entre psicópata -desde el punto de vista del ser en sí-, y comportamientos psicopáticos, que sería una "adaptación" de un no-psicópata a un entorno degradado... Por ejemplo, y por citar casos históricos reales, lo que ha ocurrido masivamente con muchos ciudadanos "normales" de la Alemania Nazi..., y no resulta difícil trasladarse a la actualidad, lamentablemente. De ahí que Iñaki Piñuel, cuando trata sobre esos que denomina psicópatas organizacionales, para distinguirlos de los que llegan a asesinar, entre otros, hable en primer lugar de las características del psicópata para después plantear una afirmación inquietante: ¡usted puede convertirse en un psicópata! Algo que, por cierto, a menudo pasa por la máscara de la "tolerancia", aunque en realidad puede esconder indiferencia ante el sufrimiento del débil, entre otras cosas. Esto, por cierto, enlaza con el post que publiqué titulado La tolerancia no es tolerancia no es tolerancia, el 1 de mayo de 2009. Es curioso que el libro Mi jefe es un psicópata, de Iñaki Piñuel, lo leí circunstancialmente algún tiempo después de haber publicado este post. Y pareciera, casi, que lo escribiera después de su lectura. Pues no.

Ya rematando este comentario-anexo, podemos ver con claridad la distinción entre "antisocial" y "psicópata", que aparecen confusos incluso entre muchos profesionales y en ese... manual de enfermedades psiquiátricas llamado DSM... Los psicópatas organizacionales son tipos plenamente socializados, no tienen componentes "antisociales". De hecho están ahí, aquí, allí... Y cualquiera puede convertirse en uno..., todo es dejarse llevar por el ambiente, adaptarse... Dejar que la sociedad, todos, seamos parte de este tipo de organización degradada, tóxica...

Supongo que este comentario merece un post propio, pero ahora lo dejo aquí así.

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