jueves, 11 de septiembre de 2008

Sensibilidad y morbo

Hace menos de una decena de años, comenté en un grupo, de composición bastante heterogénea, lo interesante que podría ser, desde mi punto de vista, que los niños conociesen el lenguaje de los sordomudos, ahora que se habla de enseñar diferentes lenguas vivas, resucitadas o muertas. Creo que sería un debate interesante. Sin embargo, me encontré, no ya con apatía o desinterés, ni siquiera con una actitud crítica, que sería enriquecedora, sino con una actitud agresiva hacia mi propuesta, en la que la logopeda, que minutos antes nos decía, en un tono maternal, que se esforzaba en hacerles ver que no tenían por qué sentirse diferentes, se convertía, inesperadamente, en una furibunda economista…

Me extrañó esta novedosa sensibilidad para con el Presupuesto, Times Are Changing. Desde luego, las posibilidades de llegar a ese conocimiento son múltiples, pero sólo proponer que se haga algo para que los niños la conozcan, ya suponía un peso insoportable para la economía; si al menos fuera en pos de la economía mental de los chiquitines, a los que habría que aligerarles las cabecitas, pero, aligerarlas ¿de qué?...

Veo ahora que un libro de George Steiner ha levantado una enorme polvareda porque se pregunta, entre otras, sobre el orgasmo de un sordomudo, sobre sus sonidos en el acto sexual…, y de súbito aparece un vivo interés en este colectivo.

¿No será que sólo nos interesa el otro por el morbo?, ¿o como cuando ese otro nos pone bombas? Bueno, esto no deja de tener morbo, también.

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