jueves, 5 de marzo de 2009

Marta Gómez: luz, vida, belleza, amor.


-¿Tú crees que estoy loco?
-No, no estás loco..., estás solo.
-Estoy solo porque estoy loco, o estoy loco porque estoy solo.
Ayer, miércoles 4 de marzo, fui a una actuación de Marta Gómez. Venía enmarcada bajo el título de Música de autor, y apenas investigué que era de Colombia, lugar que inevitablemente me produce resonancias especiales. Llegué un poco tarde, 15 o 20 minutos, así que tuve que, franqueando a dos amables azafatas, esperar a que terminara un tema para, durante los aplausos, entrar. Antes de hacerlo me decía una de ellas que "estaba muy bien". Me encontré con una voz latina, que cantaba muy bien en directo -¡pero muy muy bien, ¿eh?-. Me gustó la luz de su voz, colombiana para más señas, aunque residente en Nueva York. Pensé que había algo especial en esas voces. En vivo sabe dar variedad, por ejemplo en una canción cantó acompañada únicamente por la batería. Entre cada canción decía algunas palabras sobre el tema, lo que la había inspirado. En no sé que medio que le enviaron en un email se encontró cubriendo una especie de formulario que le enviaron con fórmulas más o menos astrológicas que le darían su sentimiento característico. Explicaba que en su perfil le salió un sentimiento nostálgico, melancólico, y que cada persona tenía asociado un árbol, que en su caso resultó ser el sauce llorón. Recordé que en un post anterior dije que me hizo gracia que Irene Shams se molestara en presentar un tema tan conocido como el Willow Weep For Me -bueno, la verdad es que más bien recordó a su autor, y en general el público agradecemos, creo, algunas palabras-. Fijense en el título (willow, la palabra inglesa que designa al árbol que aquí llamamos "sauce llorón"), en inglés da el juego de palabras que, en horrísona traducción literal, sería

"Sauce (llorón), llora para mí".
Al final resultó ser un grupo muy siglo XXI: una chica rusa a la flauta travesera, un bajo y un baterista de la Argentina, un multiinstrumentista (charango, violín, kena...) de Ecuador, y la propia Marta Gómez de Colombia.

En las circunstancias en que fui, encontrarme con la luz de una voz latina me dio que pensar, es decir, me dio que sentir. La "escenografía" es muy buena -vaya, que sabe narrar un concierto, no es cuestión de efectos técnicos-, así que si musicalmente merece, visualmente convence. Por razones personales he tenido algún problema de concentración en las letras, la música debe ir por otro canal, aparte de que siempre hay que soportar alguna aburrida oyente que estuvo durante varios temas diciéndole a su compañera que si se iban ya... Ni comen, ni dejan comer.

Esto me trae a colación que anteayer vi con toda la atención que merece la película Las uvas de la ira, complicada de ver para mí porque trabajaba Henry Fonda, y eso me trae muy directamente a mi querida Isabel, incluso un recuerdo material relacionado que iba a devolverle estos días y que por vagancia demoré.

(Un primer párrafo Sobre la "tolerancia")

El caso es que al comienzo de esta película había justo a mi derecha dos señoras con su parloteo inacabable que me hacían presagiar lo peor
(en realidad estos parloteos suelen ser monólogos...). Afortunadamente, delante de la señora había un hombre de mediana edad, de complexión más bien robusta, que sin cortarse un pelo giró atrás la cabeza y dijo con voz contundente "¿va a seguir así todo el tiempo o...?" La mujer, una señora mayor, se cortó y se calló durante toda la película... Me pasó por la cabeza decirle al oído al hombre "¡gracias!", también pensé en dárselas tras la película -aunque la mujer me dio lástima, también...-, pero dadas las circustancias antedichas, al final de lo que menos me acordaba era del señor y de todo esto.

Una película que es mucho más que recomendable, y por la que parece no haber pasado el tiempo. En un texto sobre la película decían que la novela de Steinbeck había envejecido peor que la película. No lo sé, pero la película es, para mí, excelente, y resulta actual en todos los sentidos, si uno se para a pensar un poquito en que la pobreza, las pateras, las emigraciones e inmigraciones, la corrupción, la integridad, la amistad, la política..., en fin, sigue y segurá siendo de actualidad para toda persona medianamente sensible, aunque a los sensibleros tal vez les lleguen sólo otras cuestiones.

Resulta conmovedora la escena en la que, viajando con el dinero justo en busca de trabajo, paran en una bar a ver si les vendían algo de pan. Una señora, desabridamente, les dice que eso no es una panadería, que el pan que tienen es para sandwiches, y que si lo desean, ahí están. El señor les dice que es para la abuela, que tiene que ser pan de molde por la dentadura, y que sólo tienen 10 centavos, que lo tienen todo justo para el viaje... La señora le dice que lo que tienen cuesta 15 centavos. A todo esto un par de camioneros en la barra del bar viendo la situación. El dueño del negocio le dice a la mujer que les dé el pan que piden. Ella dice que lo necesitan para los sandwiches. El dueño -se sobre entiende que es el marido- insiste terminantemente. La señora les planta el bloque de pan encima del mostrador repitiendo que son 15 centavos. El señor le dice que si le puede cortar 10 centavos. El dueño le dice que se lo dé, el hombre insiste en llevar 10 centavos, le contesta que es pan de ayer, que se lo lleve todo por 10 centavos. En todo momento el señor está acompañado por dos niñas. Paga en caja los diez centavos y al lado tienen chucherías, caramelos. Le pregunta a la señora, que sigue con su coraza endurecida, que cuánto cuestan los caramelos. La señora se queda dudando, mira a los niños, todo contado con unas imágenes nada sentimentalizadas, puro cine -
nada que ver con la sensiblería ñoña de Qué bello es vivir de Capra, ¡por favor!-. Le dice que cuestan un centavo. El hombre le dice que le dé dos. Los niños -un niño y una niña- los cogen felices. Cuando se van, un camionero de dice a la mujer, antes de pagar su consumición, que por qué les dijo que costaban 1 centavo si costaban cinco. Ella les contesta en el mismo tono desabrido que es su negocio... Los camioneros pagan la consumición y, cuando la dueña les va a dar la vuelta, salen apresurádamente dejándole la vuelta...

Y por si no quedara claro: aunque trata de la dureza, de la miseria, no se regodea en absoluto en la desgracia, la cuenta, la narra, pero resulta incluso tratada con cierto sentido del humor ya desde el principio.

Por supuesto, lo conmovedor resulta ya desde el principio.

"-¿Tú crees que estoy loco?
-No, no estás loco..., estás solo.
-Estoy solo porque estoy loco, o estoy loco porque estoy solo."

Según veo Qué bello es vivir, de Capra, es de 1946. Las uvas de la ira, de John Ford, es de 1940. Sin desdeñar aciertos y bondades de la primera, tengo claro que esa no la veré más -la vi hace pocos meses-, pero sí recomiendo una visión de la segunda sin prejuicios modernistas, viéndola como lo que es, una historia contada magistralmente, la primera no pasa, para mí, en absoluto el paso del tiempo -ni alguna otra-. Esta segunda sí...


Al final el hombre le dice a la mujer, que es la fortaleza de la familia, que si no fuera por ella, él no habría podido. Ella le dice que los hombres vamos a golpes, que las mujeres van como un río, hay cascadas y salientes, pero la vida fluye como un río... Termina así.

Por algún comentario al salir, me pareció que alguna gente no se centró tanto en la historia como mereciera, y que la vio muy prejuiciadamente. De hecho, el ciclo se llama
Adolescentes en la pantalla, y el comentario que hacían dos jóvenes, imagino que universitarios, si es que esto significa algo, era que no veían qué tenía la película en relación al título del ciclo. A mí me importó un bledo ese detalle, y vi una gran película de 1940. Fue en versión subtitulada. Cada loco con su tema.
Siguiendo con Marta Gómez, me gustó la luz de su música, merece la pena escucharla en vivo. Créanme, las grabaciones sólo muestran un ápice. Veo que hoy, jueves, 5 de marzo, va a cantar en Gijón. Espero que sea tan bonito como el de ayer. Igual hasta me acerco, aunque vaya día que hace hoy. La tristeza de la vida con Marta Gómez se vuelve luminosa, resulta como ese río que fluye de la vida... Sí, creo que voy a obligarme a ir, llueva o nieve, quiero ver luz, quiero oírla y verla. Necesito su luz.

Dejo una canción, porque alguien la subió, titulada Paula Ausente (insisto: no se conformen con las grabaciones), si tienen ocasión, véanla y oiganla en vivo. Es mucho más. Es pura vida.




No me resisto a dejar a continuación una de mis canciones más emotivas. Aprovecho que Estragón la subió, y no me molesto en hacerlo. Mercedes Sosa canta Como la cigarra, sobre un texto de Maria Elena Walsh. Nunca supe muy bien por qué exactamente me toca tanto la fibra sensible esta canción. O me la tocaba, no sé ahora.





Y eso que ahora mismo no es la que más me apetece escuchar.

Por favor, que nadie piense que la música de Marta Gómez le va a dar tristeza, porque no. Es luz, es vida, es amor.


Marta Gómez: ¡Guapa!

No hay comentarios:

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.