jueves, 22 de abril de 2010

La verdad como construcción (invención)

A estas alturas, creo ya que esa cosita que tengo ahí abajo me ha condicionado. En la temprana adolescencia, recuerdo haber hablado con un amigo sobre eso que hacían los mayores de meter su badajo en campana ajena, y llegamos entonces al acuerdo de que nosotros no íbamos a pasar por ahí, que eso de coger la cosita y extrañarla en otra, nanai de la China. Luego, no sé muy bien ni cuándo ni cómo, lo que queríamos era, precisamente, extrañarla, hacer sonar la campana con el badajo. Pienso en eso del género como construcción, y de los elaborados discursos que realizan sus adalides, como por ejemplo Beatriz Preciado, que en la atalaya de su intelectualidad se esfuerza denodadamente en racionalizar sus deseos. En pro de esos deseos, se adereza de testosterona "porque le sienta bien". Imagino que Bea sentía ya muy tempranito llamadas que no eran las propias de la imposición cultural, y trató de darle coherencia a su cuerpo y a su mente. Elabora entonces un discurso de una rotundidad racionalista que podría compararse a los esfuerzos reestructuralistas de cualquier clase de fundamentalismo. De hecho, la raíz, tanto da que hablemos de Santo Tomás o del mulá Patatín, es la misma, salvando las diferencias. El mulá fundamentalista odia la vida, y por tanto cualquier celebración vital.

En febrero de 1949 Qutb ingresó en el hospital de la Universidad George Washinton para que le extirparan las amígdalas. Allí, una enfermera le escandalizó al enumerar las cualidades que buscaba en un amante. Él ya estaba prevenido contra el comportamiento atrevido de la mujer estadounidense, "que es plenamente consciente de los atractivos de su cuerpo, de su cara, de sus ojos excitantes, sus labios carnosos, sus pechos turgentes, sus nalgas redondas y sus piernas suaves. Lleva colores vivos que despiertan los instintos sexuales prrimarios, no oculta nada y añade una risa incitante y una mirada atrevida". No es difícil imaginar que debió de ser un blanco irresistible para las bromas de tipo sexual.
La Torre Elevada, Laurence Wright. Debate
Late dentro de nosotros un deseo al que necesitamos darle sentido. Unas veces reinventamos nuestro pensamiento tildándolo de construcción cultural, que es una forma de extrañamiento, y entonces nos incorporamos a una vía a la que pronto se apuntan los que ven causa común. Otras preferimos dejar el pensamiento intacto y cambiamos, si nos deja la tecnología, nuestro cuerpo, quitándonos badajos o poniéndolos de plástico. El que ese esfuerzo mental llegue a un punto de reposo, dependerá de la congruencia que nuestro cuerpo tenga con nuestra mente. ¿Un pene de plástico se parece a uno real? No, sí, depende de lo que la mente sea capaz de distorsionar, es decir, de cohesionar. El caso es mentirse, y de aquí mentir a los demás, y acordar que nadie miente, y que se es sincero, y se es como se es. Y decirlo todos juntitos y en voz alta, a poder ser con celebraciones de júbilo o, en su defecto, de rabia. La verdad es, pues, una invención mental.

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