jueves, 15 de abril de 2010

Amor patológico


El amor, la maldad, la bondad, es una cuestión de grados. Veo una noticia titulada Condenada por exceso de amor, en la que la madre y los abuelos de un niño son condenados a penas de cárcel por la enfermiza "protección" con que le maltrataron. En ese mundo feliz en el que vivía el niño, imagino que la única opción de vida sería una suerte de alquimia intrauterina que revertiera el proceso de desarrollo hasta volver al gameto minúsculo que, supondría su madre, terminaría sus días a la par que ella.

El niño era fruto de una relación en la que el padre se había separado al poco tiempo de nacer el crío (fíjense que lo único que dice es que él se ha separado de ella, no sabemos detalle alguno, pero nos indica que él es el agente, y ella la paciente). Es ya normal que no se indague sobre este aspecto, y uno se pregunta si ha habido algún interés por tener la custodia del niño o simplemente lo dejó como una cuestión imposible en una cultura sexista que le da a priori la guarda y custodia a la mujer. En todo caso, lo enfermizo de la familia de la madre ya se muestra en que el padre del niño tan solo ha conseguido verlo ¡tres veces en 13 años!, y siempre a escondidas. Cuando se percató de que con siete años era incapaz de andar o de subir las escaleras, decidió llevarlo a los tribunales. Finalmente, nos dice la noticia que el niño "odia a su padre", al que culpa de sacarle de esa situación idílica.

Lo que sí parece claro es que él ha hecho muy bien en "separarse de ella", porque aquello no debía de ser muy alentador, orgasmos aparte.

La felicidad es una cuestión de hábitos, supongo.

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